28 may 2010

EXACCIÓN








Ahora sí, me está doliendo la garganta;
se me están endureciendo los músculos;
el cabello cae y la nariz me pica;
estoy con los dedos tiesos;
con los pies cada vez más abiertos;
tengo las rodillas quebradas
a la altura de las rodillas;
y a la altura de la cintura me quiebro;
la cabeza se menea independiente
como si eligiera un NO constante;
en el pecho llevo clavados el entusiasmo,
la inquietud, el afán, la tentativa;
cualquier trago se desvía dentro de mí;
cualquier bocado hace estallar un diente mío;
por momentos mi excitación me prohíbe,
me prohíbe tantos besos y tantos recuerdos,
que ya no funciona mi excitación;
las uñas, al rascarme, me penetran;
los labios, al moverlos, se me burlan;
mi nuez sube y baja, impaciente
por quedarse a espiar mi apoteosis
o mi catábasis confirmadora;
no aguanto mis glúteos,
separados como dos huracanes,
aplastados de calor y frío,
de refrito y de recalar,
aplastados por una conciencia tenaz;
los codos se preparan para abandonarme;
lo propio entienden mis pómulos;
tras ellos irá también el viento
que sale de mí hasta robustecerse en viento;
juzgo a las palmas de mis manos
zalameras, trinchadoras, obsecuentes,
pero aunque lo niegue no puedo retenerlas;
también parten infieles mis dos ojos,
contagiados de la lengua que se agrieta;
también cruzan por mi carne las orejas
defendiendo siempre su última inspección;
ahora sí, me resbalo de a poco,
y ningún integrante de mí mismo
ha dado pas-o al frente por alevosía;
por la misma alevosía que ellos dicen
usé yo para despedirme todas las veces;
y les ruego, esgrimiendo que no obstante
todas las veces regresé a reclinarme
sin osadía ni emperramiento;
no obstante, no contestan,
y aparece mi cuello inclinado
para sumarse a la diáspora,
y luego aparecen tres costillas,
y tres más, repitiéndose;
hasta que el ombligo, el glande
y el par de escrotos convidados,
se desvelan en la tarde para fugarse,
para dejar chorrear por los orificios que dejan
los restos de mi insobornable delincuencia;
voy perdiendo los lunares, lunares
que cuando menos degeneraban antes
en lustrosos forúnculos y costras;
va bocetando sobre mí la sangre
el croquis de la cordillera que hay que ver;
y un pulmón, y un riñón, y un cerebro,
y otro pulmón, y el único cerebro, y otro riñón,
descienden por un camino igual al mío;
no arrancarán ninguna corola,
ninguna raíz ni savia ausente,
ni ellos lo harán ni tampoco el mentón
que no me saludaba,
entretenido con las pantorrillas y la columna
en felicitarse por la decisión,
en felicitarse todos;
ahora sí, la respiración no me alcanza
para seguir el rumbo de mis otros otros,
de mis mismos mismos,
de mis propios propios,
de mis intestinos, tetillas, vellos y huesos;
y mi pensamiento también se fatiga;
tan sólo a él debo comprenderlo,
pues ya no siento nada, y él
se ha quedado sin saber adónde ir,
cerca de mí, cerca de cerca;
además no es su primera fatiga,
fatiga que no pudo compartir
ni revelar ni denunciar
siquiera a este pedacito que va quedando de mí,
que no sé cuál es
pero que se parece a un viejo tronco
del océano que fue
antes de ser océano;
le digo a mi pensamiento,
ahora sí, que qué dirá el mundo,
la gente, las calles, las soledades
y hasta las estrellas,
cuando me vean pasar dividido,
intrascendentemente entero, por no decir
enteramente intrascendente,
que qué mascullarán, que qué dictamen
me tocará ahora que más que nunca
me deberían tocar dictámenes por partes;
pero ahora percibo que mi pensamiento
está de veras fatigado,
y gracias a su fatiga llegué a percibir
que mi corazón, no lejos,
se había quedado impertérritamente implebiscito,
cuajado, oxidado, rancio;
sé que había quienes guardaban
para algún día expectativas rutilantes
que hicieran de mi persona
la más criteriosa canción sobre la tierra;
pero sin darse cuenta,
tales expectativas me deshicieron
de mi persona, y la canción
fue secuestrada, por la mafia de mis voces,
ya sin remilgos ni escondidas;
sé que me he querido inclusive,
y que mis esfuerzos por mantenerme unido
me desunieron hasta ser
esta caricatura de trazos inservibles
para privilegio de mi raza;
ahora sí, estoy bien seguro,
desde esto que no soy
puedo señalar todo lo que no es;
y aunque tardío, escribir con mi puño inexistente
sobre el espacio inespacial que irrepresento,
que la libertad de las partes
es una parte de la libertad;
vale para esta guerra en que prosiguen consistiendo
los que no se disgregaron como yo.
Ahora sí, para no consistir, ni disgregarse.


GUSTAVO FEDOR MANZANAL
de Pequeños poemas prosaicos



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9 may 2010

Eduardo Alvarado

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Ojos cerrados - 2006 óleo/lienzo 195 x 195 cm


Apenas empiezo con este blog, por lo que antes de seguir adelante, no quisiera dejar de hacer un reconocimiento al artista Eduardo Alvarado (España), a quien descubrí por casualidad y cuyo blog El pintor de hierro, ha sido en algún sentido motivador del mío, al hacerme ver cuán legítimo y práctico es echar mano a estos recursos para compartir gustos, intereses y alguna que otra riqueza.
F. O'C.



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