Franz Kafka - carbonilla sobre cartulina - 56 x 58 cm - 2015 |
«Toda la desdicha de mi vida —con lo que no quiero quejarme sino
hacer una reflexión de interés general— viene, por así decir, de las cartas o
de la posibilidad de escribirlas. Las personas no me han engañado prácticamente
nunca, pero las cartas siempre, y además en este caso no las de otros, sino las
mías. Es en mi caso una desdicha particular, de la que no quiero decir más,
pero también, al mismo tiempo, general. La fácil posibilidad de escribir cartas
tiene que haber traído al mundo —visto sólo teóricamente—
un horrible trastorno de las almas. Es, en efecto, una relación con espectros,
y no sólo con el espectro del destinatario, sino también con el propio
espectro, que se le va formando a uno, sin darse cuenta, en la carta que
escribe o incluso en una serie de cartas, en la que una carta confirma la otra
y puede invocarla como testigo.
¡A quién se le habrá ocurrido pensar que la gente podía
relacionarse por correspondencia! Se puede pensar en una persona lejana y se
puede tocar a una persona cercana, todo lo demás supera las fuerzas humanas.
Pero escribir cartas significa desnudarse delante de los espectros, cosa que
ellos esperan ansiosos. Los besos escritos no llegan a su destino sino que los
espectros se los beben por el camino. Con una alimentación tan sustanciosa se
multiplican enormemente. La humanidad lo percibe y lucha contra ello; para
eliminar en lo posible lo espectral entre los hombres, y lograr el contacto
natural, la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano,
pero ya no hay ayuda posible, son manifiestamente inventos hechos ya en el
despeñadero; la parte contraria es mucho más serena y fuerte, ha inventado,
después del correo, el telégrafo, el teléfono, la telegrafía sin hilos. Los
fantasmas no morirán de hambre, pero nosotros nos iremos a pique».
Cartas a Milena
Franz Kafka.
3 de julio de 1883 - 3 de junio de 1924